Escuela Infantil San Francisco

miércoles, 7 de febrero de 2018

Mordiscos, arañazos y empujones en la Escuela Infantil


Mordiscos, arañazos y empujones

 ¿Por qué muerden los niños y las niñas?

Para cualquier profesional de una escuela infantil, una de las tareas más ingratas es explicar a las familias (Padres, madres, abuelas, abuelos) que el niño o la niña ha mordido hoy, o ha sido mordido/a por un compañero/a.

En algunos casos la familia puede pensar que su hijo o hija no lo hace nunca y que relacionarse con iguales en la Escuela puede llegar a ser hasta una mala influencia para su adquisición de hábitos.

En otros, los familiares pueden llegar a considerar que la educadora no ha realizado correctamente su trabajo y al no controlar a los niños y niñas se producen actos violentos, en ocasiones pueden llegar a pensar que ha sido demasiado pronto para escolarizar a su hijo o hija.

 Ambas preocupaciones son lógicas, pero no son las más correctas y trataremos de explicar el motivo: 

Los mordiscos, los arañazos, algún empujón es un tema muy recurrente en las escuelas infantiles porque se dan muy a menudo, cada curso escolar y, no deja de ser una fuente de preocupación para las/los profesionales de la escuela que tratan de buscar siempre la mejor respuesta y para los/las progenitores ya sea porque su hijo o hija sea quien muerda, ya sea porque es quien recibe el mordisco.

Cabe aclarar que ningún escolar pasa su jornada en la escuela sin interactuar con sus iguales y que, por tanto, cualquier modo de interacción suele ser común entre ellos/as.

 Mirando la literatura, los estudios pedagógicos que existen a propósito del tema varias cosas nos llaman la atención porque no estamos de acuerdo con ellas:

1. Que es un hecho que los adultos describimos como algo “normal” en un período concreto (hasta los 3 años).

2. Que los adultos intentamos comparar con las prácticas normalizadas de nuestro mundo de adultos: si los adultos no muerden, los niños y niñas de no deberían morder

3. Que los adultos intentamos corregir con las prácticas y códigos utilizados en nuestro mundo de adultos que nada o poco tiene que ver con el mundo infantil.

– ¿Qué tiene este período (hasta los 3 años) que interpretamos como “normal”?

Al igual que las crías de otras especies de mamíferos, “los cachorros humanos” se enfrentan a su entorno. Un entorno con el que sólo han podido interactuar durante un tiempo y, hasta lograr cierta madurez muscular, en la distancia. Por ello, para los bebés el morder probablemente constituye una forma de exploración en la que utilizan la boca porque es una de las partes más desarrolladas de su cuerpo. Hasta aquí, todo “normal”.

El mordisco también puede constituir una forma de aliviar el dolor de la dentición, una autodefensa para sus temores de sociabilidad y una manera de expresar su frustración o enfado.

Al no disponer de lenguaje suficiente para controlar una situación, el mordisco les proporciona seguridad de autonomía y de control, es una manera rápida y efectiva de obtener un juguete o llamar la atención del adulto para algo que necesitan. Esto, también es “normal”.

Sin embargo, nos cuesta aceptar como “normal” que niños y niñas en estas edades no sepan que morder duele, que no entiendan el dolor ajeno, que sólo conozcan su dolor y, más aún, desconocemos que no tienen todavía desarrollada la capacidad cognitiva de deducción para poder decir: “si al morder un juguete le dejo marcados los dientes, a mi amigo le va a doler que se los deje marcados.” Por tanto (deducción de adultos), es inútil que intentemos corregirles con castigos o con charlas: no tienen idea de qué les estamos diciendo.

 ¿QUÉ HACER Y COMO ACTUAR ANTE EL MORDISCO?


1. Jamás deberemos consentir que el niño o la niña que muerde, para que vea que duele, respondan con él o ella de la misma forma. Aún sintiendo dolor, no sabe que él o ella, ha producido esto a otra persona. Además al morderle se siente agredido/a y le demostramos que la violencia es aceptable, ya que lo acabamos de hacer con él/ella.

2.- Se debe intervenir con rapidez y firmeza, pero con calma, expresando nuestra desaprobación hacia esta acción, y repitiéndole con tranquilidad que vamos a tratar a nuestros amigos y amigas de manera “suave” (llevamos su mano a la zona donde haya mordido al otro/a niño/a).

3.- En actividades programadas en el aula, planificamos juegos de pasar sus dedos por el borde de sus dientes, así notan que estos son duros y que pinchan un poquito si presionamos.

4.- Consideramos que lo más favorable es fomentar constantemente el uso del lenguaje positivo al decirle al niño/a que “toque suavemente” en vez de “no pegues” o “no muerdas.”

5.- También tratamos en todo momento de ayudar a los niños y las niñas a poner los sentimientos en palabras al decir “Pedro, me parece que estás enfadado. Dile a Amelia que deje de arrastrarte, que no te gusta.” Los/as cuidadores/as y padres y madres debemos intentar usar el lenguaje específico. En vez de decir “Deja de tratar mal a Pedro,” por ejemplo, podemos decir “Pedro está enfadado porque le estás quitando su camión.”

6.- Fomentamos el desarrollo lingüístico hablándole mucho, explicándole mucho (aunque ahora no entienda todo) para que se pueda expresar con el lenguaje. Con ello les estamos iniciando en habilidades sociales y enseñando a respetar a los demás.

Sin embargo, en muchas ocasiones y en la práctica diaria reñimos, reprimimos y castigamos a nuestros hijos e hijas, “por causa” de los papás y las mamás de los otros compañeros/as: porque nos parece que, actuando de esta manera, resarcimos el dolor que nuestro hijo o hija, ha podido producir. Y es una pena… porque ese es el código que se utiliza en el mundo de los adultos: “Tiene que pagar por lo que ha hecho”.

Finalmente, ¡¡¡ Está siendo reprendido/a para que otros padres y madres no se enfaden!!! Pero no habremos conseguido que no vuelva a realizar la misma acción.

7. Los niños y niñas de estas edades no entienden lo que significa “tiempo fuera”, o “pensar en lo que has hecho”. Lo que consideramos -como profesionales- que debe hacerse y así tratamos de aplicar, es procurar dirigirle a otro juego, favorecer que no esté cerca de otros niños y niñas hasta que esté más tranquilo

8. No debemos olvidar que hay niños y niñas que utilizan los mordiscos o los golpes porque no han desarrollado todavía sus habilidades de comunicación y no han aprendido a “usar palabras” para comunicar sus sentimientos o sus frustraciones. En ocasiones, un niño o una niña se comporta rudamente con los demás o con los juguetes, nos parece que actúa de forma un poco “bruta” y, automáticamente, concluimos que no sabe compartir, que tiene demasiados mimos –nunca se tienen demasiados mimos (mimar, no es consentir y a veces, confundimos ambos aspectos)- o no conoce el buen uso de las cosas o, incluso, que está recibiendo una mala educación. Errónea conclusión….

9.- Los adultos (tanto en la escuela como en casa) debemos hacer un gran esfuerzo por escucharles, por intentar entender lo que quieren decirnos sin poder hacer uso de la palabra, por dedicarles tiempo. Por escucharles, escucharles y escucharles….que no es lo mismo que oírles….Escucharles activamente, centrando nuestra atención e intención en lo que tratan de decirnos, sin estar tan resueltos a hacer interpretaciones rápidas de su conducta y observando mucho más la nuestra.

Necesitan que nos pongamos en su lugar, necesitan comprensión. Mensajes sencillos que sepan capaz de entender.